miércoles, 7 de diciembre de 2011

El niño con el chandal de rayas

Mi padre trabajaba en la empresa de vinos que creo haber mencionado ya en alguna ocasión, y cuando tenía diez u once años de edad se trasladó a las oficinas de Madrid, para gestionar y dirigir el negocio junto a su hermano Fernando. Había dejado atrás la mansión de la familia y aquel apartamento de tres plantas y piscina sin climatizar era insoportable. Entonces decidí un buen día dar un paseo por las calles de aquella, para mí, desconocida ciudad. Mis pasos me llevaron a Carabanchel, donde conocí a Samuel, el niño con el chándal de rayas.







En la actualidad, su aspecto desaliñado, sus chándals Nike, y sus horteradas de oro colgándole del cuerpo me habrían rechazado de pleno, pero en aquella época era ingenuo y jugué con él como si fuera un igual. Me llevó a su chabola, donde conocí a sus trece hermanos, y todos juntos jugamos a atracar a las ancianas a punta de navaja. Fue muy divertido. Pero mi padre se preocupó cuando me pilló escuchando al Tijeritas.
- ¿ Qué estás escuchando ?. Me preguntó con la mosca en la oreja (en sentido figurativo, no como las moscas que tenía en la oreja Samuel)
- Esto... estaba... no es lo que parece papá. Dije cuando me vio el cd del Tijeritas entre las manos.
Mi padre descubrió la amistad que me unía al pequeño salvaje y me prohibió volver a verlo. Pasó el tiempo y volvíamos a la mansión. Entonces decidí escabullirme e ir a Carabanchel para despedirme de Samuel.
- Mi padre dice que tenemos que ser enemigos. Le dije al niño con el chándal de rayas. - Pero seremos amigos para siempre.
Cuando me regresé a la mansión me quedé triste, al menos, hasta que mi padre me compró la Supernintendo.

1 comentario:

  1. paco paquetediciembre 08, 2011

    Lo de la mosca ha sido muy, pero que muy bueno, jajaja

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